Por Lara Wirtz Fahnestock, directora de Jardines Terapéuticos
Más que simplemente cultivar alimentos
Mi querida amiga y mentora, Jungle Judy, suele decir que el huerto es un maestro sin prejuicios. Nos acompaña exactamente donde estamos, ofreciéndonos lecciones de paciencia, resiliencia y sanación si estamos dispuestos a escuchar. Con los años, he llegado a comprender lo cierto que es esto, no solo para mí, sino para muchos otros que encuentran consuelo en la tierra. La jardinería no se trata solo de comida; se trata de conexión, renovación y la serena sabiduría de la naturaleza.
La naturaleza como sanadora
Investigación confirma lo que los jardineros siempre han sabido: pasar tiempo en la naturaleza reduce el estrés, baja la presión arterial e incluso alivia los síntomas de ansiedad y depresión. La exposición a la tierra puede aumentar los niveles de serotonina, y el trabajo rítmico y consciente de la jardinería fomenta una sensación de calma y propósito.
He visto estos beneficios de primera mano. Una enfermera de urgencias que conocí durante el auge de la pandemia se tumbaba en su jardín después de turnos agotadores, dejando que la tierra absorbiera su agotamiento. Un niño con el que trabajé en un jardín terapéutico corría instintivamente hacia las plantas cuando se sentía abrumado, sabiendo que le ofrecían un espacio seguro y tranquilo. Una y otra vez, veo a gente llegar agobiada y marcharse más ligera, con los hombros relajados y la respiración más profunda.
Personalmente, la naturaleza ha sido mi refugio de toda la vida. De niño, recuerdo estar tumbado en una cálida roca en el desierto de Anza-Borrego, viendo cómo las hojas de las palmeras danzaban contra el cielo. Fue uno de mis primeros recuerdos de una completa paz, y hasta el día de hoy, mirar el cielo a través de los árboles me tranquiliza. Es mi forma de silenciar el ruido del mundo.
Aprendiendo de las estaciones
La jardinería nos enseña que el descanso es tan importante como el crecimiento. Después de un accidente de escalada que me dejó hospitalizada durante semanas, encontré consuelo observando los árboles desde mi ventana. Seguí su lenta transformación a lo largo de las estaciones, dándome cuenta de que, así como ellos necesitaban un período de letargo para florecer de nuevo, yo también necesitaba tiempo para sanar. Años después, al ser madre, me encontré en ese mismo lugar: viendo nevar mientras descansaba con mi bebé recién nacido, recordando una vez más que la vida se mueve en ciclos y que el descanso es necesario antes de la renovación.
Cuando mi segundo hijo nació en primavera, llegó al mundo con rapidez, con una explosión de energía igual que la estación en la que nació. Mi hija, que entonces tenía dos años, quería que jugara afuera, pero yo tenía que descansar. En cambio, nos acurrucamos junto a la ventana, viendo brotar las hojas de los árboles. Nos contamos historias, planeamos el jardín en el que ella y su hermano algún día jugarían. En esos momentos de quietud, comprendí que sanar no se trata solo de quietud, sino de prepararse para lo que viene después.
El jardín modela la resiliencia. Las semillas echan raíces en las condiciones más duras, las plantas se adaptan e incluso después de un invierno crudo, brotan nuevos brotes. Esta lección me ha acompañado en muchas transiciones y me encanta compartirla con otros en nuestros talleres de Jardinería Terapéutica.
Un lugar para la conexión
Los jardines también son espacios poderosos para la comunidad. En DUG, he visto cómo se forjan amistades en los bancales compartidos, donde los vecinos intercambian historias mientras cuidan sus plantas. Estos espacios se convierten en redes de apoyo que ofrecen no solo alimento, sino también conexión y sentido de pertenencia. Hay algo profundo en trabajar la tierra juntos: nos recuerda que somos parte de algo más grande que nosotros mismos.
Cultivando más que plantas
La belleza de la jardinería terapéutica reside en su accesibilidad para todos. Ya sea que tengas un patio, un balcón o una pequeña parcela en un jardín comunitario, la naturaleza siempre está disponible como un espacio de sanación y crecimiento. La clave está en involucrarse con intención: reducir la velocidad, observar, estar presente con la tierra.
Con la llegada de la primavera, estoy aprendiendo esta lección. He creado un tablero de visión, compuesto por catálogos de semillas, lleno de imágenes de esperanza, belleza y la comunidad que quiero cultivar. Judy me envía fotos de las primeras flores en su invernadero, recordatorios de que la vida está despertando. Y recuerdo, una vez más, que después de cada temporada de quietud, siempre regresa el momento de florecer.
Si te interesa saber cómo la jardinería puede contribuir a tu bienestar, me encantaría compartir esta experiencia contigo. Únete a mí en una próxima publicación. Taller de jardines terapéuticos, únese a un grupo para un taller privado de grupo, o simplemente conéctese con nosotros para decirnos «hola». Me encantaría compartir más.
