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por Henry Van Dyke

Cuando el beso helado del otoño en la oscuridad
Deja huella
En las flores, y la mañana brumosa se aflige
Sobre hojas caídas;
Entonces mi antiguo jardín, donde la tierra dorada
A través del trabajo
De cien años es suave, rico y profundo,
Susurra en sueños.

Entre las camas arrugadas de caléndula y phlox,
Dónde está la caja
Bordea con su verde lustroso los antiguos paseos,
Hay una voz que habla
De las esperanzas humanas que florecieron y se marchitaron aquí
Año tras año,–
Sueños de alegría, que iluminaban todas las horas de trabajo,
Desvaneciéndose como las flores.

Sin embargo, la historia susurrada no ahonda el dolor;
Pero el alivio
Porque la soledad del dolor parece fluir
Del Long-Ago,
Cuando pienso en otras vidas que aprendieron, como la mía,
A dimitir,
Y recuerda que la tristeza de la caída
Viene igual para todos.

¡Qué remordimientos, qué añoranza de lo perdido tenían!
Y qué oraciones
Por la fuerza silenciosa que nos enerva para resistir
Cosas que no podemos curar
Paseando arriba y abajo por el jardín donde se paseaban,
He rastreado
Todos sus caminos trillados de paciencia, hasta encontrar
Consuelo en mi mente.

Débiles y lejanas aparecen sus antiguas penas:
Sin embargo, qué cerca
Es la voz tierna, el rostro afligido y amable,
¡De la raza humana!
Caminemos juntos por el jardín, corazón querido,
¡No separados!
Los que conocen las penas que otras vidas han conocido
Nunca camines solo.

Gracias a John Hershey, miembro de la Junta Directiva de DUG, por comunicárnoslo.